miércoles, 29 de marzo de 2017

Un viejo ermitaño fue invitado cierta vez a visitar a la corte del rey mas poderoso de aquella época.

-Envidio a un hombre santo como tu, que se contenta con tan poco -comento el soberano.

-Yo envidio a vuestra majestad, que se contenta con menos que yo -respondió el ermitaño.

-¿Como puedes decirme esto, cuando todo el país me pertenece? -dijo el rey, ofendido.

-Justamente por eso. Yo tengo la música de las esferas celestes, tengo los ríos y las montañas del mundo entero. Tengo la luna y el sol, porque tengo a Dios en mi alma. Vuestra Majestad, sin embargo, solo posee este reino.

  Yo, para todo viaje -siempre sobre la madera de mi vagón tercera, voy ligero de equipaje. Si es de noche, porque no acostumbro a dormir yo...