miércoles, 30 de diciembre de 2015

“Cuando más llena esta la luna, comienza a menguar, y cuando es más negra, comienza a crecer”.  
Hay en este antiguo refrán chino cierta reposada sabiduría, que ante a como vienen las circunstancias de la vida, nos permite mantenernos ecuánimes, no solo ante las dificultades o la desdicha, sino ante cualquier ráfaga de inesperada buena fortuna que pudiese exaltar demasiado a más de uno. Nos sirve de consuelo y esperanza en la certeza de que aun las horas más negras de nuestras dolencias e infortunios llegaran a su fin, pero es a la vez una advertencia de que no se deben sobrestimar las glorias pasajeras de la opulencia, el poderío o algún golpe extraordinario de buena fortuna. Es consuelo y advertencia no solo para el individuo sino también para los gobiernos, las naciones y sus dirigentes: un brevísimo compendio de todo lo que la historia y la experiencia humana nos enseñan. Y más aun, podríamos decir que es un eco de la ley y el orden que rigen la estabilidad del Universo.

martes, 29 de diciembre de 2015

Nuestra vida verdadera yace en lo más profundo de nosotros. Lo que percibimos como inquietud y debilidad, es en realidad solo ondulación en la superficie. En la profundidad hay tranquilidad, certidumbre y libertad. Por ello deberíamos sumergirnos en lo más profundo de nuestra alma, para reconocer nuestra vida verdadera. Entonces también nuestras palabras y actos serán manifiestos de la verdad.  Tagore

lunes, 28 de diciembre de 2015

Una carta o un mensaje... es siempre sagrada porque es, o porque puede ser, la expresión de la intimidad de unos instantes de nuestra alma, cuya fugacidad se confía a la lealtad de quien la recibe.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Pequeña aventura

La aventura comenzó al caer la tarde  de un día en que me hallaba caminando por una playa solitaria, di con la proa rota de un bote que, empujado por antiguas corrientes, había encallado en un profundo banco de arena. La bruma acaricio el costillar de la nave y luego se me acerco y me envolvió, como si tratara de atisbar más allá de mi cara. No sentí miedo y, sin embargo, con un dejo de sorpresa comprendí que no podía partir de inmediato.

Me senté y apoye la espalda contra los restos de la embarcación. Cerré los ojos y deje que las minúsculas gotas de niebla me rozaran apenas la cara. Mi mente se deslizo por los intervalos del tiempo… y me dormí.

Cuando desperté, la bruma y la oscuridad se estaban levantando. Envuelto en grueso abrigo de cuero de oveja, espere a que la aurora comenzara a rozar el mar y las maderas del esqueleto en que me había refugiado. Fue entonces cuando vi el milagro. Lo vi porque me hallaba doblado a ras de la tierra y no mirando desde lo alto, con la habitual arrogancia humana.

Al principio no me di cuenta de que se trataba. Luego que fije la atención percibí solo dos orejas erguidas e iluminadas por el sol de la mañana. Debajo, una carita inocente  miraba con timidez. Las oreja se estremecían de curiosidad a todo sonido; aun no habían no habían aprendido a temer. Me desplace a gatas hasta el otro lado de la proa y en cuclillas quede junto a él. Era un cachorro de zorro, surgido de una guarida entre las maderas. Posiblemente sus padres no habían vuelto de cacería.

Inocentemente tomo de una pila de desperdicios algo que parecía un hueso de pollo y lo sacudió como ofreciéndomelo. Se dibujaba en su cara una gran alegría juguetona.

Se ha dicho que no podemos con ningún esfuerzo contemplar de frente al universo. El hombre está destinado a ver únicamente el lado lejano, a percibir solo la naturaleza en receso. Sin embargo, allí estaba aquel hueso, y, con la cortesía innata de sus dos patas delanteras extendidas y un aparente saludo de cabeza, el zorro de grandes ojos inocentes me invitaba a jugar. El universo me daba vueltas como por arte de magia, y me presentaba su rostro, y ese rostro era tan pequeño, que el universo mismo se reía.

No era aquel momento para pensar en la dignidad humana. Era una oportunidad para contemplar sorpresas detrás de las estrellas. Con seriedad extendí mis brazos mientras el cachorro gemía con excitación. Siguiendo un impulso, levante torpemente un hueso y lo sacudí con los dientes. Nos revolcamos juntos durante un momento de éxtasis. Éramos la inocencia medular, nacida en el huevo, nacida en la madriguera, nacida al final en forma humana, para volverse fría y remota.

Pero yo había presenciado mi milagro. Había visto el universo en el comienzo de las cosas. Era en realidad un universo infantil, un universo pequeño y risueño. Hice rodar al cachorro y corrí literalmente hacia el saliente más cercano. El sol estaba casi fuera del mar y el mundo volvía poco a poco a lo normal. No tardarían en regresar los zorros adultos.

Algo más adelante encontré uno de ellos. Su expresión era de aleta y distante. No importaba. Seguimos cada uno nuestro camino y nuestros ojos no se encontraron.

La neblina había venido hacia mí, y también las dos orejitas bañadas de sol. Era un milagro diminuto, como suele ser las cosas importantes. Durante un momento había tenido el universo en mis manos, por el simple hecho de sentarme de cuclillas ante un zorrito y jugar con un hueso de pollo. Es el acto más trascendente y más significativo de mi vida.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Abriendo puertas de la bondad

Toda violencia crea sus propios límites al suscitar lo contrario que, antes o después, lo iguala o la supera. La bondad labora, en cambio, con sencillez y perseverancia, no crea relaciones tirantes que perjudiquen sus frutos y suaviza la tirantes cuando la encuentra. Ahuyenta la desconfianza y la disensión, y se fortalece a si misma al suscitar una bondad equivalente. Por esta razón es la fuerza más eficaz y de mayor alcance que existe. Y es por ello que decir amigo o amiga es a veces solo palabras si no va acompañada de bondad, y esta se demuestra con actos que hacen que la misma crezca hasta hacerse único y especial que es muy difícil que se rompa.  D.R.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Seguir luchando despues de todo.

Lo admirable es que el hombre siga luchando a pesar de todo y que, desilusionado o triste, cansado o enfermo, siga trazando caminos, arando la tierra, luchando contra los elementos, y hasta creando obras de belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil. Esto debería bastar para probarnos que el mundo tiene un misterioso sentido y para convencernos de que, aunque mortales, los hombres podemos alcanzar de algún modo la grandeza y la eternidad. D.R.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Un arte de vivir

En ciertos lugares de temporada de frio, si uno sale de casa por la noche, se deja listo el fuego de la estufa de manera que al volver no deje de encontrarlo vivo, si bien, de haber estado presente, el fuego habría ocupado su atención constante.  Pero si uno sabe que va a permanecer en casa, hace como si fuese a salir y se esmera en preparar un fuego mejor que nunca.  En esto también estriba el arte de vivir, en dejar nuestra vida en condiciones de seguir adelante por sí sola, sin que requiera nuestra vigilancia constante. Entonces nos sentaremos serenamente a vivir, como si fuese al lado del calor de la estufa.  D.R.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Cambios sin esfuerzo no hay tal.



Salir del camino trillado exige energía, esfuerzo y penalidades. Y ejerce gran violencia en la pauta rutinaria. Muchas personas desean el cambio, tanto en el mundo exterior como en su propio mundo interno, pero no están dispuestos a soportar los grandes dolores y sacrificios que deben precederlo. Los ríos, en los climas muy fríos, se congelan en invierno… En la primavera, el crujido del hielo que se derrite origina un estruendo de increíble violencia. Cuanto más extensa y prolongada sea la congelación, más retumbante será el deshielo. Sin embargo, cuando terminan esos crujidos, época de rompimiento y violencia, el río se abre, como dador y portador de la vida. Nadie dice entonces: “No padezcamos el deshielo conservemos la congelación; todo esta en paz ahora”. D.R.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Cuando viene la alegria


Si quisiera contemplar una montaña u otro detalle del paisaje en las circunstancias más favorables, iría a buscarlos cuando hubiese mal tiempo, a fin de estar allí en el momento en que el cielo se despejara. Entonces es cuando estamos en la mejor disposición, y la naturaleza se muestra más fresca e inspiradora. No hay serenidad más límpida que la que nos brindan unos ojos que acaban de llorar. D.R.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El Coleccionista




Mejor que las palabras es la que queda registrada. Así mismo, la musica puede evocarse una y otra vez si la tenemos guardada. Es hacer que nuestra mente siga viviendo un presente que no pasa. Que a través del tiempo queda detenido ese momento nostálgico.

  Yo, para todo viaje -siempre sobre la madera de mi vagón tercera, voy ligero de equipaje. Si es de noche, porque no acostumbro a dormir yo...